La alimentación saludable no es una dieta. Significa hacer cambios con los que puede vivir y de los que puede disfrutar por el resto de su vida.
Las dietas son temporales. Dado que cuando está a dieta renuncia a tantas cosas, es posible que tenga hambre y piense en comida todo el tiempo. Cuando deja la dieta, podría también comer en exceso para compensar lo que no comió.
Comer una variedad equilibrada y saludable de alimentos es mucho más satisfactorio.
A grandes rasgos e independientemente del objetivo que busquemos, la dieta equilibrada de un individuo como la dieta mediterránea debe cubrir 4 principios básicos (salvo en situaciones en las que exista una patología asociada):
Si bien es cierto que no existen alimentos con "calorías negativas", si nuestro objetivo es la reducción de porcentaje de grasa corporal deberíamos primar aquellos alimentos que produzcan sensación de saciedad, a la vez que nos aporten nutrientes y pocas calorías. Nuestra recomendación:
Básicamente aquellos que no sólo nos proporcionen grandes cantidades de energía, sino que además lo hagan de forma rápida. Este es el caso del azúcar, las harinas y arroces refinados -presentes en la mayoría de pastas, panes y arroces que consumimos habitualmente, así como refrescos y zumos industriales. Estos productos generan subidas tremendamente rápidas de azúcar en sangre, lo cual estimula una hormona que se llama insulina que actúa introduciendo azúcar dentro de nuestros músculos -lo que a priori podría ser positivo-, solo que cuando la subida de azúcar es brusca y en grandes cantidades esta insulina puede estimular también la entrada de esa energía a otro tipo de células llamadas adipocitos, las cuales están relacionadas con el incremento del tejido graso.